sábado, 16 de diciembre de 2023

Escenas en un café

 Estoy aquí, en un café. Intentando leer un libro (que acabo de comprar) para no verme igual que todos. Cabeza sumergida, dedos deslizantes.

No estoy en redes sociales perdiendo mi tiempo, si no que "me cultivo con un libro". Pero, a mi alrededor ocurren demasiadas cosas que distraen mi atención. Activo el modo escucha con ojos al acecho.

A mi derecha(si es la derecha, ya lo comprobé), hay un padre y su hija pequeña, quizá de 5 o 6 años. 

Mientras el padre esta sumergido en su computadora,  la niña se ha bebido todo el frappe.  Cuando el padre finalmente rompe el hechizo llamado trabajo, pronto reclama “oye! si no me dejaste nada!” y vuelve a caer en el trance aislado, ajeno, absorto de todo lo que lo rodea.

La niña, se retuerce en el sillón, agita sus  piernas y brazos, pero nada vuelve a romper el hechizo, hasta que decide usar su voz

- PAPA... quiero un helado! 

- pero si ya te tomaste todo el vaso de frappe.

-Nooo!, ese no vale, solo era agua. 

El padre no cede, entonces la niña toma su  tableta y comienza a balancearse mientras corea un estribillo “no me estoy divirtiendo”, “no me estoy divirtiendo”.

Su voz comienza a apagarse, el poder de su voz empieza a diluirse, “no es divertido”, “estoy aburrida” y sucumbe a los encantos de su niñera tecnológica.

Entonces comienzo a construir historias sobre la niña en mi cabeza,  ¿porque no fue a la escuela?, ¿estarán sus padres divorciados? ¿Le tocaba a El cuidarla? ¿Son estas las historias Padre-Hija para recordar? ¿es así siempre? 

Que situación mas complicada!

A mi izquierda, se ha sentado una chica, joven con un uniforme médico, sera ¿Doctora?, ¿cosmetóloga, enfermera?. 

Ella atiende una llamada telefónica, su voz se escucha suave, pero contenida 

“llevas meses diciendo eso”... “no te enojes”... “no!, escúchame”..“esta bien lo que tú quieras”, “no,  espera!, no me cuelgues”.

Y así fue, le colgaron. Llama a otra persona, y  desahoga “se enojo”, “no digo que esté mal que no trabaje, pero algo tiene que hacer”. La conversación continua, su voz se quiebra. 

Termina su café y se va.

Solo en este café, me encontré a dos mujeres en situaciones incomodas. Una es adulta, la otra es una niña. 

Deseo que cuando la niña crezca, si las cosas aun no han cambiando para todas nosotras, al menos ella también tenga a quien llamar.

miércoles, 7 de junio de 2023

Te conocí en un bazar...

Lo se, es el titulo de una canción ochentera, me remonta a mi vida en quinto año de primaria. 

Una y otra vez sonaba el estribillo. 

En ese entonces, mi único acercamiento a la palabra "bazar", era una papelería que se encontraba frente a secundaria Migoni. justo en calle primera y Aldama, en Ensenada, BC, México.

Era de las pocas papelerías que existían en la ciudad.

Como quedaba muy cerca de nuestra, casa solíamos ir  a menudo caminando. Cuando escuchaba la canción automáticamente me situaba en ese bazar, que por cierto no tenia "camisetas, discos y jeans" 

Si escuchamos atentamente la letra de la canción, describe muy bien a un "swap meet".  Así le llamábamos a los tianguis o mercadillos ambulantes en esa época; que por cierto también había muy pocos en nuestra ciudad.

La palabra Bazar ahora ya es más común en nuestro vocabulario. Casi siempre esta asociada a una especie de sobre ruedas, mercado ambulante, que reúne a  todo tipo de marchantes con una gran variedad de productos, desde artículos personales que ya no necesitas  hasta  productos artesanales, "hand made", orgánicos, gluten free, veganos e incluso Arte. 

Los marchantes no son iguales, no tienen las mismas necesidades, pero si que comparten el mismo objetivo: vender y ganar clientes.

Yo creía que me gustaba mucho la idea de bazar, que su gran diversidad me llenaría ese deseo de encontrar algo especial para llevar a casa. 

Sin embargo, me sucede todo lo contrario. Me causa angustia, me siento incómoda y me entran unas ganas de salir corriendo sin ver nada. 

A diferencia del escenario que nos proveen "las segundas" o "los globos", la nueva era de bazares ofrece espacios pequeños y organizados especialmente para esa ocasión. 

El emprendedor o vendedor aparta el lugar con anticipación. Cuidadosamente elige su mercancía a exhibir, con gran ilusión empaca, transporta y diseña su pequeño altar ambulante, para que las almas que pasean por el lugar sean tentadas por el brillo de su creación.

Siempre tengo la sensación de que llego a los bazares demasiado tarde. No soy el tipo de alma que observa las ofrendas, si no que me gusta verlos a ellos, a los marchantes. Veo sus rostros, veo sus ojos. 

A veces lucen cansados, con la ilusión arrebatada por el pasar de las almas que mostraron interés, pero al final no llevaron nada.

A los lejos cruzo la mirada con ellos y siento percibir un brillo de esperanza casi hipnótico, que busca atraerme y romper el maleficio de pocas ventas. Entonces aflora mi necesidad de complacer a las personas, de complacer a a todos esos ojos que me llaman. Así que, prefiero dar media vuelta o caminar rápidamente  por los pasillos sin ver. 

No solo me pasa en los bazares, también en los colectivos ya sea de comida o de ventas diversas. Tengo que ir con un interés definido para que no me entre el delirio de persecución y sentirme como que todos quieren algo de mi.

Para mi las compras son anónimas, con toque pecaminoso, culposo. Me gusta buscar, encontrar, cuestionarme si debo llevarlo o no. Si no encuentro ¡no pasa nada! me sentiré aliviada de no haber sucumbido a la tentación, pero si fui deslumbrada por un tesoro, ¡no hay culpa!, saldré redimida y libre de pecado.  Escuchar una voz diciendo "puedo ayudarle en algo?", me hace sentir expuesta, descubierta, perseguida, es tiempo de emprender la huida.

Entiendo que muchos se sienten cómodos con la atención cálida y personalizada del vendedor o creador. Yo no. Yo me agobio de pensar que aun cuando me de un trato especial tendré que decirle:

NO, gracias.