¡Si!, ¡a los dientes!, el título es correcto.Generalmente las odas tienen ese estilo sublime de magnificar la belleza de las cosas, pero pocas veces nos detenemos a crear una oda a cosas inertes, comunes o a esas partes de nuestro cuerpo que pocas veces pensamos en ellas como el centro de inspiración.
En el taller de escritura creativa, nos llevaron una preciosa "oda a la cebolla" de Pablo Neruda; jamás la había leído, no sabía de su existencia, tampoco se me hubiese ocurrido escribir con tanta pasión a una pavorosa cebolla, ¡ése es el poder de las palabras!, palabras que hoy desperdiciamos para consolidar emociones y dar poder contundente de expresión a un "te quiero", "te amo", "no mames", "no manches" o peor aún , emitimos un sonido gutural o damos lugar al silencio.
Es por eso que hoy le escribo una oda a los dientes (que por cierto no soy la única), porque generalmente son usados como elementos secundarios de poemas y canciones, pero pocas veces son el centro de la exaltación.
Ustedes que van siempre tan juntos,
sólo el paso de los años logra separarlos, perderlos;
igual que la vida nos separa de aquellos que amamos.
Se asoman tímidamente al sonar de las palabras,
a veces casi invisibles, pero siempre presentes,
abriéndose paso en una sonrisa,
irrumpiendo en una carcajada.
Si una tímida mano les oculta,
ustedes brillan con las emociones del alma;
alegría, euforia, tristeza o desesperación
comprueban su existencia;
No importan sus formas,
son únicos, son propios, son de un sólo ser
y con el paso del tiempo
alimentan el cuerpo mientras comparten su historia,
tu historia, nuestra historia.
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