sábado, 18 de julio de 2020

Mano larga

Hace unos días en redes sociales se hicieron denuncias sexuales contra una persona con la que compartí parte de mi vida adolescente, un "amigo", líder y ministro religioso.

De los 11 hasta los 16 años fui parte de una congregación religiosa. De esa época albergo gratos recuerdos: muchas risas, juegos, una aparente convivencia sana. 

Inocencia, moralidad, temor, prejuicios y mucha convicción eran los principales ejes de mi comportamiento. 

Cuando el escándalo se desató,  yo sólo observaba con morbo las denuncias. No era la primera vez que ésta persona era señalada por "abuso sexual". 

La primera vez que le acusaron legalmente, me causo asombro e incredulidad. El caso se desestimó, porque no hubo consistencia en las declaraciones y todo pasó a ser un "complot" de desprestigio.

Mis hermanas y yo, coincidíamos en que Él era un poco "mano larga".  Nos abrazaba mucho, nos picaba las costillas, nos pellizcaba la "lonjita", quería masajearnos los hombros, pero no se lo permitíamos. Siempre le sacamos la vuelta, no nos gustaba el contacto físico. Incluso alguna de mis hermanas respondió tajantemente a un simple "como me gustas", que terminó con un "mano larga" enojado y mi hermana pidiendo disculpas por su reacción. Lo considerábamos un "volado", un "mano larga", pero no abusador.

Grotescamente pensé que la chica le había acusado por revancha, por "ardida", por que quizá no entendió su trato "mano larga", lo malinterpretó y por eso lo acusó de abuso sexual.

Si, lo se, suena muy mal. Me hace quedar fatal. Tengo mas de cuarenta años, soy una mujer adulta que ha vivido experiencias de todo tipo y con tristeza, con vergüenza reconozco que conservo pensamientos, prejuicios y actitudes de una mujer del "heroico clan de la vela perpetua".

Así, con mis pensamientos y conclusiones retrogradas abordé esta segunda acusación. Justamente todo esto ocurría dentro de una lucha encarnizada dentro de la organización religiosa. Ya que desde hace un par de años, los líderes querían que esta familia de ministros se retirara del templo. Le sacaban algunos trapitos pero al final el asunto se les volteaba... y es que queridos lectores, los pastores y líderes tienen mucha "cola que les pisen". 

El chisme estaba bueno, seguía cada episodio con morbosidad; la teoría del "complot" seguía vigente. En los comentarios acusadores se podía ver el desfile de "celebridades" de la iglesia, algunos desterrados, olvidados, quizá aun con resentimientos por ser rechazados.

En pocos días surgieron mas testimonios, entre ellos unos contundentes, personas que yo conocí. Compañeras de adolescencia y algunas otras que chicas que las vi crecer dentro del circulo religioso. Ahora las denuncias tenían caras y recuerdos. Esto ya no se trataba de una chica confundida.

La teoría del complot comenzaba a debilitarse, aún así mi clamor morboso de justicia, consistía en reclamar que se investigara a otros abusadores de la misma organización que habían sido mencionados en los comentarios.. ¡Oh! ¡Que gran justiciera! ... tan burda... tan engañada.

Emprendí mi investigación personal, por morbosa, por chismosa y entonces descubrí que mi propia sobrina había sido víctima del mismo hombre. Me sorprendí, pero lo minimice "no la violó, solo la puso en una posición incomoda" -una y otra vez-, "menos mal".

A los pocos minutos de imaginar a mi sobrina dentro de ese lugar, en el piano, con Él a su lado. Construí el recuerdo del templo de mi adolescencia, con el púlpito, las paredes con madera, la alfombra, ¡las bancas!... ¡Un flashazo! y ¡pum! un recuerdo logró traspasar todas las barreras de donde lo había sepultado, por cerca de 30 años permaneció oculto y ahora salía a la luz en forma difusa: 
"También a mi me pasó algo, pero no me violó"
Inmediatamente me encontré sumergida en un huracán de dudas, de negación, de minimizar lo ocurrido.¿Cómo empezó?,  ¿Cómo terminó?, ¿Cuánto tiempo pasó?... "no te preocupes", "no es tan importante", "no fue tan grave"... pero ¿Cómo pude olvidarlo?.  

Lo compartí con dos miembros de mi familia y en cierto modo hasta me burle de mi misma. Pasé de la expectación al coraje, de la incredulidad a auto maltratarme por permitirlo, por callarlo. 

Sentimientos olvidados seguían llegando a mi cabeza. Entonces me atreví a compartir mi experiencia con una de mis compañeras de adolescencia, al hablar con ella, todo fue tan claro. Se cayó la venda de mi mente. El abusador con todas sus maquiavélicas formas de proceder apareció en mi mente. Entré en pánico, ¿en manos (literalmente) de quien hemos estado?.

Todos estos años, yo seguía teniendo un aprecio por Él, le recordaba con cariño, me daba gusto verle y abrazarle, ¡hasta pensaba declarar en su favor si me lo pedía!, pensaba decir "yo crecí con Él fue mi pastor, a mi nunca me paso nada, siempre fue bueno conmigo". Me sentí enojada, asqueada. 

Ahora puedo ver claramente que el abuso sexual, no es solo un acto de penetración perpetrado con violencia. También la manipulación, crear confusión, hacerte dudar de ti misma y sobre todo someterte a situaciones incómodas desde una postura de confianza, de poder, eso ¡Es abuso!

Tan simpático, amable, confiable. Para unas adolescentes todas su atenciones y muestras de cariño no eran mal intencionadas, al contrario te hacía sentir especial y hasta creaba una cierta rivalidad entre nosotras. El cariño que sentíamos por Él era un secreto que manteníamos en silencio. Si se alejaba de ti experimentábamos una gran tristeza. 

Tenemos mucho por aprender, por cambiar. Afortunadamente ya hay muchas voces que se atreven a romper los esquemas, los silencios, los secretos.  Ya  no podemos normalizar que te acosen, que te toquen, o asumir que es nuestra culpa. Yo salí a marchar el día de la mujer, por mi yo del pasado, por mis sobrinas, por que no quería que pasaran por este tipo de cosas y ¿saben que? ya había pasado.

Monstruoso mano larga, ¿Cuántas mas?

viernes, 10 de julio de 2020

Sin rumbo

Hace algunos meses comencé a ver  un psicoterapeuta... finalmente, después de tantas insistencias de mi Ginecóloga y que nunca hice caso. 

Yo pensaba que no lo necesitaba, que bastaba con mi capacidad de auto análisis, crítica y reflexión. Que con vigilar mis pensamiento y pensamientos a través de este espacio sería suficiente.

Cuando estaba físicamente enferma, me acompañaba una enorme pesadez, como si tuviera sobre mí una enorme  lápida que me impedía salir de la cama. Cero energía, cero ganas de hacer nada, podia pasar horas en la cama, solo deseando que pasara el día.

Si bien era cierto que mi estado de salud cooperaba un poco, nunca me di cuenta que había algo mas. Después que la enfermedad se fue. Experimenté cierto agradecimiento y alegría por la vida. 

Empredí nuevos proyectos, hasta por tercera vez inicié estudios de posgrado. ¡Esta vez lo tenía todo!, ¡Hasta una beca!, lo que siempre había deseado.

Pero no pude concentrarme, no pude mantener la energía, mis fuerzas, mi ánimo y emociones no le daban ninguna prioridad a la escuela, así que opte por sabotearme y hacer las cosas que supuestamente me hacían feliz.

Digo supuestamente, porque aunque tengo una fascinación por el "tema" en el que me enrollé; comencé a dar todo mi tiempo en atender peticiones de personas que no conocía, dejé mi trabajo, la escuela, la casa y cada día tenia una petición que me permitiera huir de mis responsabilidades.

Entonces toque fondo. Llevaba meses con un "resfriado" que no se quitaba, al grado de ya no poder hablar porque tenía accesos de tos, también tenía mi control médico, el cual fue todo un desgaste hacerlo a través de la salud pública. 

Tuve que atenderme por la vía privada y ahí fue donde me di cuenta que no podía continuar así. Necesitaba tomar las riendas de mi vida para al menos ser responsable de mi salud, de mi vida. 
Con una deuda enorme (al menos para mi) en la tarjeta de crédito, llevaba años intentando salir adelante y no podía, no sabía como hacerlo, no tenía la capacidad de ver opciones,  tenía miedo de empezar o hacer algo diferente.

Soy muy afortunada, pues conté con el apoyo de mi familiar para atender mi salud física y mental. Todo iba mejorando, iba retomando mi energía, mi esperanza, hasta que llego esta pandemia y las cosas se pusieron en pausa, pero aquí sigo, tratando de mantenerme flote y de no volver al hoyo en el que estaba.

Aun tengo miedo, aún me escapo, pero ahí vamos... sin rumbo.

viernes, 3 de julio de 2020

Olla quemada

Muchos meses sin escribir,  olvidé la existencia de éste espacio, olvide su propósito y me vacié, toda completita, nada quedó. Sólo una olla sobre el fuego, negreciéndose y echando humo.  ¿cómo volverá a llenarse, si no se retira del fuego?, ¿como volver a funcionar, si no se limpia y renueva?

Así puedo describirme, como una olla quemada, vacía, que hoy está en remojo, en camino a la restauración para ser llenada de nuevo.

Aún cuando físicamente estuve enferma, escribía, reflexionaba. Encontraba un tiempo y espacio para externar mis sentimientos y mis pensamientos.

Mi cuerpo sanó, me alegré, pensé que todo sería como antes, como la que fui hace años. No fue así y no supe que hacer, mi mente quedo enferma, dañada, desconectada.

Me perdí y tenía miedo de encontrarme, preferí seguir perdida. Me quedé, sobre el fuego, quemándome día tras día.

No me importaba estar quemada, quería seguir sobre el fuego, el calor me hacía sentir viva y el dolor que causaba me hacía desear estar muerta, ¡Que todo termine YA!

Estaba vacía sin nada para compartir, pero ¡soy de acero inoxidable!,  el fuego no me destruye, aún tengo esperanza. Me tendieron una mano y me ayudaron a separarme del fuego.

Todavía no estoy lista,  sigue siendo una tentación quedarme sobre el fuego. Por eso necesito un temporizador que irrumpa y me haga reaccionar ¡Cuidado! ¡Te quemas! todavía sirves y eres muy buena. Recuerda todas las cosas sabrosas y suculentas que han sido cocinadas en ti y aunque estes un poco gastada, rayada o con menos color, todavía puedes crear cosas iguales y mejores de las que ya hacías.

¡soy de acero inoxidable!, ¡soy una muy buena olla!, sigo tallando, sigo en remojo, no desistiré.






miércoles, 1 de julio de 2020

El adiós al pequeño vestido Zara

Hace un par de meses, casualmente fui invitada a participar en un evento de intercambio de ropa "Swap it".
Brevemente les explico en que consiste el evento. Cada persona llevaría prendas de su closet que están en buen estado y que pueden tener un segundo uso. Por cada prenda recibirías un boleto el cual podrías canjear por la prenda de otra persona.

Al principio me pareció rarísimo, ¿quien querría públicamente aceptar que lleva ropa de segunda?... ¡Eso es para pobres!, pero como bien dice el dicho, el fin justifica los medios.

En este nuevo movimiento, nada tiene que ver la pobreza o tu poder adquisitivo, si no que ahora se hace por una conciencia ecológica. Es un ¡Alto al consumo!

La industria de la moda rápida o desechable, además de que prácticamente esclaviza a sus obreros (mujeres y niños principalmente), contamina y tiene un enorme consumo y derroche de agua.

Hace 25 años, era vergonzoso que alguien supiera que alguna parte de tu outfit no era nuevo. Hoy es tendencia para un sector de la población donde antes era impensable. Tras esa invitación y al aceptar la participación en el evento de redes sociales, rápidamente en mi perfil, comenzaron a aparecer sugerencias para unirme a grupos de intercambio de ropa.

Uno de ellos llamó mi atención, pues invitaban a desprenderte de tus prendas de tu guardarropa, evitando revendedores. La intención es decirle adiós a lo que esas prendas que guardaste por año, sin usar, quizá esperando a bajar de peso o que nunca te atreviste a usar y si son de tus favoritas agradecer todos los momentos que viviste con ella y dejarles ir.

En mi adolescencia, crecí utilizando ropa de segunda mano, primero la heredada de mis hermanas o provenientes de donaciones que llegaban de USA, a la iglesia que asistía donde asistía. En una familia de cinco hijos, vestir era un asunto económico complicado.

Cuando llegué a la edad adulta y con un mejor poder adquisitivo, hacía honra de mis carencias de juventud eligiendo conscientemente las prendas a comprar y las cuidaba para que duraran al máximo. Así he ido guardando ropa en buen estado, que me rehuso a desechar porque está en buen estado o porque tengo un apego a ellas. Prendas de otros años que ya no usaré mas porque ya no tengo la talla o edad para usarla y no soportaría donarla para que termine como trapo de limpieza o el algún basurero.

Encontrar éste grupo, me animó a poner alguno de mis tesoros a la venta, uno de ellos un pequeño vestido Zara. Comprado hace una década en algún viaje que realicé a España. Corte recto, ligeramente arriba de la rodilla, mangas abultadas para disimular mi falta de curvas, tono gris rata. No fue amor a primera vista, pues fue de esas prendas que compras pensando que si bajas un par de kilos se verá mejor y así pasó su primer año en el closet.

Finalmente pude usarlo, no se si fue la larga espera, pero finalmente "nos enamoramos". Cuando lo usaba me sentía segura,¡Me veo bien!...¡Todo saldría bien!, ¡Mi vestido de la Felicidad.

Con botas, botines, zapatos bajos, tacones; con blazers,  pashminas o sweaters ligeros ¡un  gran básico!, ¡Todo un "transformer"!, gran compañero para la oficina, en cenas formales, bodas, navidades o año nuevo.  Sonrisas, alegrías, bailes.

De alguna forma teníamos una relación extraña, me hacía feliz usarlo, pero también significaba un constante recordatorio de mi peso, me quedaba ¡Que feliz!, no me quedaba ¡Que pena!.

Así pasaron muchos otoños e inviernos, dejándome medir por el vestido. Pero aunque me dolió mucho decirle Adios, también debo reconocer que es un vestido de otra época, de otro yo y no puedo seguir rigiendo mi vida y mi felicidad por encajar en un molde del pasado.

Ya le dije adios y nunca mas me quedaré en un solo vestido, cuando hay tantos para probar.