Cuando era pequeña, aprendí a ser ordenada, no por gusto, si no por miedo.
Si no tenía orden en mis cosas, pensaba que me ganaría un super regaño. El miedo a lo que pudiera pasar me convenció de que lo mejor para mí era seguir reglas.
Me siento cómoda y orgullosa de seguir instrucciones al pie de la letra, me otorga cierta superioridad saber que lo hice bien. Aunque no soy así para todo.
Ahora que soy un adulto de casi 44 años, me he desordenado en un sin fin de cosas, pero a veces regreso al orden y me alegro.
Mi compañero, es un poco disperso. Mueve cosas, usa cosas, pero nunca las regresa a su lugar. Quizá para Él no hay un lugar para las cosas. He dejado de pelear, de luchar para que sepa el orden de las cosas, ya no me importa.
No niego que me cause molestia, pero poco a poco en momentos de lucidez vuelo a ordernar todo lo que su paso huracanado dejó.
Totalmente consciente, desde que vivimos juntos he organizado el armario o lo que en ese momento estemos usando como armario.
Ya sean repisas, cajones o cajas, elegía para su ropa y zapatos lo que está mas a la mano, también para Él eran aquellos cajones que no se traban al cerrar y abrir, y los mejores ganchos. Los mas fuertes, los que faciliten el "trabajo" de colgar la ropa. Separaba su ropa de mayor uso para que estuviera al alcance, procurando que sus camisas y camisetas quedaran organizadas de tal forma que pudiera encontrarlas fácilmente.
Todo lo acomodaba para que el no batallara, pues pensaba que así me evitaría responder preguntas del tipo "¡¿has visto mi camiseta?!"... mi camisa, mi pantalon, mis calcetines, mi cinto, etc etc
Después de doce años de arreglar el armario para Él, de facilitar el acceso a su ropa, aún no ha descifrado cual es el orden de la ropa. A pesar de que para mí es muy claro y que según mi criterio se lo he puesto todo tan fácil, el no sabe como está organizado el armario.
En estos tiempos de pandemia los dos estamos en casa. Me he desafanado un poco de las tareas domésticas. Para mí, no hay prisa por lavar ropa, pues no hay que salir bien vestido de casa. Regularmente cuando Él se da cuenta de que ya no tiene mas ropa interior limpia, pone una carga en la lavadora Cabe mencionar que si se adaptó a mis reglas de separación de la ropa (colores claros, colores obscuros y ropa delicada).
Una vez seca la ropa, ésta puede durar toda la semana colgada en el tendedero portátil dentro de casa. En ocasiones yo la recojo y la guardo en su lugar. No la plancho, ni la doblo perfectamente, hago un hueco y pongo cada cosa según el orden que yo establecí.
Hay ocasiones en que Él recoge la ropa, ya sea por iniciativa o porque se traslaparon los tiempos entre la anterior y la nueva carga de lavado. Él guarda su ropa y la mía la deja doblada sobre la cama o sobre el buró, también suele mezclar mis calcetines y ropa interior con la suya.
Hemos ido cambiando nuestras rutinas, yo ya no soy tan exigente. Ya no ordeno su armario, solo incorporo su ropa a su orden desordenado. Mi zona del armario, también esta un poco desordenada, pero entiendo mi desorden, de repente lo organizo un poco.
Entonces reflexioné que después de doce años de compartir armario, el no sabe, ni le interesa saber el orden del armario, ni el mío ni el que establecí para Él. ¡Cuanta practicidad!, acepta lo que tiene, como lo tiene y ¡ya!.
¿Por qué he pasado doce años "facilitando" el orden de su ropa?, ¿Por qué tomé decisiones para hacerle las cosas de más fácil acceso? Me gusta controlar las cosas, establecer mi orden como el mejor. Hasta tengo argumentos que justifican al 100% el por qué de las cosas que hago.
La casa es de las mujeres. La casa y todo lo que ocurre dentro de ella nos toca. Esa es la costumbre, la normalización. No importa si trabajas y/o cuidas de tus hijos, la casa es de las mujeres. Establecemos el orden, las reglas de operación.
Como "mujer" que soy, tomo el control y cargo con la responsabilidad de hacer que todo funcione. Las cosas se hacen como a mí "me gustan". En ese supuesto "gusto", considero al otro habitante un incapaz de recordar, organizar o "hacer las cosas bien".
Definitivamente no es incapaz, pero se convierte en un escenario -como dice él- de "huevon el perro y le ponen tapete". Él nunca me pidió que organizara su closet, tampoco me pidió que le dejara las mejores posiciones, cajones y repisas del closet.
Yo elegí resolver todo, por que Él no sería capaz de organizarse y le cedí los mejores lugares. Pero el hecho de que Él nunca guardara mi ropa me estaba causando "ruido". Me molestaba que no tuviera la atención de guardar o al menos aventar mi ropa a mis secciones del armario.
En mi disgusto, estaba tomando el camino de "pobre mí", Él es un egoísta y yo la pobre sufrida que sólo quiero lo mejor para Él, que me sacrifico y no lo valora.
Afortunadamente paré y reflexioné en que yo misma había creado esa situación, yo me inmole y me puse de tapete.
Una vez libre de esa molesta carga de redentor, le abordé directamente:
-Te has dado cuenta de que cuando doblas la ropa, ¿nunca guardas la mía?
-Si. Es que siempre tienes un cochinero y no se donde van las cosas.
-¿por que no te has interesado en saber?
-No se.
Le explique mi orden dentro de mi desorden. Tras cambiar la forma de percibir y analizar la situación, ¡finalmente lo conseguí! ¡Mi ropa está en "su lugar"!


