Nueve de la mañana, cita en el servicio andaluz de empleo.
Para llegar a tiempo me he levantado a las seis de la mañana. He medicado a mi gato. He atendido a los otros tantos. He sacado a las perras a pasear, hoy un poco más relajada porque las crías no tienen colegio.
Ducha, desayuno exprés y a soportar el tráfico para llegar a mi destino.
Cita en el servicio andaluz de empleo.
¿Qué voy a decir?
Pues que quiero trabajar!
¿De qué?
Y solo se me viene a la mente decirle, soy una ama de casa que más tarde que pronto se verá en la calle, sin nada más que lo puesto y una manada de perros y gatos.
Bueno y dos hijas. Pero esas se las puedo dejar a su padre.
Soy una mujer con cuarenta y cinco añazos a la espalda. Una mujer que hace exactamente veinticinco años por fin había conseguido su plaza fija como profesora de educación preescolar. Me gustaba lo que hacía. Era buena en mi trabajo. Compaginaba con mi trabajo el estudio de una especialidad en educación: trastornos neuromotores. Era interesante.
Pero mi vida de pronto giró. Me vi fuera de mi país, lejos, muy lejos. Enamorada, muy enamorada.
Todo lo que había sido mi vida quedó en suspenso. Y otra vida comenzó.
Veinte años dedicados a... cuidar de un hogar.
De esos veinte, dieciséis con máster en maternidad por partida doble.
Otros tantos dedicados al grado medio de apoyo a la pareja. Con prácticas presenciales en el negocio familiar.
Volviendo a mi cita.
Me piden mi nombre, dni, dirección, fecha de nacimiento etc
Me pregunta en que quiero trabajar, me pregunta qué se hacer.
Pues, nada, la verdad, nada. Porque veinte años de carrera doméstica no computan en nada.
¿A quién le importa una mujer que ha dedicado 20 años a limpiar una casa o formar un hogar?
Os imagináis que hubiese sido de otra forma, que soy ingeniera en telecomunicaciones, o médico o profesora con viente años de experiencia en el extranjero?
Entonces quizá tendría una oportunidad.
¿Tienes estudios? - Si, tengo una licenciatura en educación preescolar-
Ah pues tienes que traer el titulo, mientras tanto no puedo acreditar tus estudios. ¿Que categoría te pongo?-No lo sé!-
Bueno te pongo dependienta de tienda.
Me sentí la persona más perdida del mundo. La más extranjera, la más lela, la menos preparada.
Cuarenta y cinco años no son pocos, tampoco son muchos: eres vieja y eres joven según los nuevos estándares de la sociedad.
Eres joven...uuuuy siii aún eres joven para hacer muchas cosas!
Pero eres vieja para entrar en la jungla del mercado laboral.
Pero eres joven para cotizar, pues aún me quedan veinte años de vida laboral, en teoría.
Yo solo quería que supiera que soy una ama de casa que busca su independencia económica, que quiera emanciparse, que quiere abrir las alas y volar.
Una mujer que necesita retomar la vida que dejó atrás, que necesita revivir aquello que quedó suspendido,
Que tengo pánico de verme sola en la sociedad.
Que tengo pánico de volver a empezar.
Que tengo pánico de buscar y no encontrar.
Que tengo pánico de no poder volar.
Yo solo quería que alguien me dijera, cómo se puede revivir a los 45.
Decidme, que hay para una mujer que ha puesto su vida en pausa por veinte años, y ahora se ve desfasada, desorientada ...y llena de pánico por volver a empezar.
Nubes de tormenta sobre mi cabeza.
Sumérgete en los pensamientos de mujeres de más de 35 años, que en la lucha por contenerlos, en ocasiones terminan desbordadas. Ellas reflexionan desde su vida personal, su vida en pareja, las personas que les rodean, las cosas que detestan, así como los sarcasmos, palabras y comentarios que guardan en su interior.
miércoles, 14 de junio de 2017
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