Como ya he mencionado antes, no soy una persona amante de la ayuda, por alguna razón me gusta sentirme Poderosa, cuando hago muchas cosas sin pedir ayuda, me embriago en mi auto-reconocimiento y autosuficiencia.
Sin embargo hay ocasiones en que un poco de ayuda no me vendría mal; aunque no se pedirla, cuando veo rebasada mi actitud super poderosa, si que acepto una solícita oferta.
Mi problema está en que la oferta no siempre llega en el momento correcto (para mi desbordado cerebro y sentido común) peor aún cuando esta proviene de la persona con la que convives todos los días y en un sueño guajiro almacenado en un recóndito lugar, crees que el sintonizará el mismo canal de "Things To do".
Suelo despertar, levantarme de la cama, seguir mi rutina matutina y en ese deambular por la casa, pequeños dardos aciertan en mi cerebro, hay días en que puedo ignorarlos y días en los que simplemente me convierto en una máquina desquiciada que no puede parar, comienzo a hilar tarea tras tarea y en ocasiones, en el medio de una tarea logro hacer una bifurcación y dirigir mi esfuerzo hacia otra ramificación que sigue ramificándose al infinito y más allá. Pero, antes de continuar con esa manía, volvamos a la escena donde estoy con gotas de sudor en mi frente, el dice -¿Te ayudo en algo?- enmudezco, no puedo pronunciar palabra, -Dime, ¿Te ayudo en algo?, si no para ponerme a hacer otras cosas- entonces la voz vuelve a mí, rompo mi mudez psicológica y lo único que sale es un ¿Ves algo que puedas hacer?, Hazlo!, pero si no vez nada, pues no hagas nada.
Y hasta ahí llegó la intención, nuestras prioridades y el "To do List" están separadas por un gran abismo, Él prefirió continuar restaurando una preciosa chimenea rústica que compramos el fin de semana, pero que estoy segura que tardaremos años en instalarla; mientras tanto yo, continué con lo que el no pudo ver.Hasta la próxima...
