lunes, 17 de junio de 2024

Un nomada llamado tiempo

El tiempo, siempre va con prisa, no quiere echar raices en ningun lugar, asi  nos va arrastrando en todo momento. 

Aun cuando avanza tan de prisa y transforma la aparencia fisica de todo nuestro entorno, incluyendo nuestro cuerpo, queda una parte esencial de nosotros que se mantiene. 

Ya tengo 47 años, estoy mas en calma, ya no me desbordo como antes, encontré la cantidad perfecta de fuego para mantenerme cálida, sin enfriarme, pero sin llegar al hervor. Me veo en el espejo y se que he cambiado, he cambiado muchas conductas, reacciones y formas de percibir la vida. Sin embargo no siento ser otra. Tengo menos miedo, pero aun me siento con ganas de vivir, de reir, bailar, gozar, hablar con otros, compartir mi vida, mi camino.

Las miradas de otros me recuerdan mi edad, "Ya sientése, Señora!", pero no me siento una señora, solo soy yo, haciendo mi mejor intento por decirle a los demás que las cosas pasan. Los cuerpos pasan, pero tu ser, tu esencia, siempre estará ahí, deseando salir y no dejándose ser ahogada por la implacable inestabilidad del nómada llamado tiempo.



sábado, 16 de diciembre de 2023

Escenas en un café

 Estoy aquí, en un café. Intentando leer un libro (que acabo de comprar) para no verme igual que todos. Cabeza sumergida, dedos deslizantes.

No estoy en redes sociales perdiendo mi tiempo, si no que "me cultivo con un libro". Pero, a mi alrededor ocurren demasiadas cosas que distraen mi atención. Activo el modo escucha con ojos al acecho.

A mi derecha(si es la derecha, ya lo comprobé), hay un padre y su hija pequeña, quizá de 5 o 6 años. 

Mientras el padre esta sumergido en su computadora,  la niña se ha bebido todo el frappe.  Cuando el padre finalmente rompe el hechizo llamado trabajo, pronto reclama “oye! si no me dejaste nada!” y vuelve a caer en el trance aislado, ajeno, absorto de todo lo que lo rodea.

La niña, se retuerce en el sillón, agita sus  piernas y brazos, pero nada vuelve a romper el hechizo, hasta que decide usar su voz

- PAPA... quiero un helado! 

- pero si ya te tomaste todo el vaso de frappe.

-Nooo!, ese no vale, solo era agua. 

El padre no cede, entonces la niña toma su  tableta y comienza a balancearse mientras corea un estribillo “no me estoy divirtiendo”, “no me estoy divirtiendo”.

Su voz comienza a apagarse, el poder de su voz empieza a diluirse, “no es divertido”, “estoy aburrida” y sucumbe a los encantos de su niñera tecnológica.

Entonces comienzo a construir historias sobre la niña en mi cabeza,  ¿porque no fue a la escuela?, ¿estarán sus padres divorciados? ¿Le tocaba a El cuidarla? ¿Son estas las historias Padre-Hija para recordar? ¿es así siempre? 

Que situación mas complicada!

A mi izquierda, se ha sentado una chica, joven con un uniforme médico, sera ¿Doctora?, ¿cosmetóloga, enfermera?. 

Ella atiende una llamada telefónica, su voz se escucha suave, pero contenida 

“llevas meses diciendo eso”... “no te enojes”... “no!, escúchame”..“esta bien lo que tú quieras”, “no,  espera!, no me cuelgues”.

Y así fue, le colgaron. Llama a otra persona, y  desahoga “se enojo”, “no digo que esté mal que no trabaje, pero algo tiene que hacer”. La conversación continua, su voz se quiebra. 

Termina su café y se va.

Solo en este café, me encontré a dos mujeres en situaciones incomodas. Una es adulta, la otra es una niña. 

Deseo que cuando la niña crezca, si las cosas aun no han cambiando para todas nosotras, al menos ella también tenga a quien llamar.

miércoles, 7 de junio de 2023

Te conocí en un bazar...

Lo se, es el titulo de una canción ochentera, me remonta a mi vida en quinto año de primaria. 

Una y otra vez sonaba el estribillo. 

En ese entonces, mi único acercamiento a la palabra "bazar", era una papelería que se encontraba frente a secundaria Migoni. justo en calle primera y Aldama, en Ensenada, BC, México.

Era de las pocas papelerías que existían en la ciudad.

Como quedaba muy cerca de nuestra, casa solíamos ir  a menudo caminando. Cuando escuchaba la canción automáticamente me situaba en ese bazar, que por cierto no tenia "camisetas, discos y jeans" 

Si escuchamos atentamente la letra de la canción, describe muy bien a un "swap meet".  Así le llamábamos a los tianguis o mercadillos ambulantes en esa época; que por cierto también había muy pocos en nuestra ciudad.

La palabra Bazar ahora ya es más común en nuestro vocabulario. Casi siempre esta asociada a una especie de sobre ruedas, mercado ambulante, que reúne a  todo tipo de marchantes con una gran variedad de productos, desde artículos personales que ya no necesitas  hasta  productos artesanales, "hand made", orgánicos, gluten free, veganos e incluso Arte. 

Los marchantes no son iguales, no tienen las mismas necesidades, pero si que comparten el mismo objetivo: vender y ganar clientes.

Yo creía que me gustaba mucho la idea de bazar, que su gran diversidad me llenaría ese deseo de encontrar algo especial para llevar a casa. 

Sin embargo, me sucede todo lo contrario. Me causa angustia, me siento incómoda y me entran unas ganas de salir corriendo sin ver nada. 

A diferencia del escenario que nos proveen "las segundas" o "los globos", la nueva era de bazares ofrece espacios pequeños y organizados especialmente para esa ocasión. 

El emprendedor o vendedor aparta el lugar con anticipación. Cuidadosamente elige su mercancía a exhibir, con gran ilusión empaca, transporta y diseña su pequeño altar ambulante, para que las almas que pasean por el lugar sean tentadas por el brillo de su creación.

Siempre tengo la sensación de que llego a los bazares demasiado tarde. No soy el tipo de alma que observa las ofrendas, si no que me gusta verlos a ellos, a los marchantes. Veo sus rostros, veo sus ojos. 

A veces lucen cansados, con la ilusión arrebatada por el pasar de las almas que mostraron interés, pero al final no llevaron nada.

A los lejos cruzo la mirada con ellos y siento percibir un brillo de esperanza casi hipnótico, que busca atraerme y romper el maleficio de pocas ventas. Entonces aflora mi necesidad de complacer a las personas, de complacer a a todos esos ojos que me llaman. Así que, prefiero dar media vuelta o caminar rápidamente  por los pasillos sin ver. 

No solo me pasa en los bazares, también en los colectivos ya sea de comida o de ventas diversas. Tengo que ir con un interés definido para que no me entre el delirio de persecución y sentirme como que todos quieren algo de mi.

Para mi las compras son anónimas, con toque pecaminoso, culposo. Me gusta buscar, encontrar, cuestionarme si debo llevarlo o no. Si no encuentro ¡no pasa nada! me sentiré aliviada de no haber sucumbido a la tentación, pero si fui deslumbrada por un tesoro, ¡no hay culpa!, saldré redimida y libre de pecado.  Escuchar una voz diciendo "puedo ayudarle en algo?", me hace sentir expuesta, descubierta, perseguida, es tiempo de emprender la huida.

Entiendo que muchos se sienten cómodos con la atención cálida y personalizada del vendedor o creador. Yo no. Yo me agobio de pensar que aun cuando me de un trato especial tendré que decirle:

NO, gracias.



domingo, 13 de septiembre de 2020

Historia de Armarios

Cuando era pequeña, aprendí a ser ordenada, no por gusto, si no por miedo.

Si no tenía orden en mis cosas, pensaba que me ganaría un super regaño. El miedo a lo que pudiera pasar me convenció de que lo mejor para mí era seguir reglas. 

Me siento cómoda y orgullosa de seguir instrucciones al pie de la letra, me otorga cierta superioridad saber que lo hice bien. Aunque no soy así para todo. 

Ahora que soy un adulto de casi 44 años, me he desordenado en un sin fin de cosas, pero a veces regreso al orden y me alegro.

Mi compañero, es un poco disperso. Mueve cosas, usa cosas, pero nunca las regresa a su lugar. Quizá para Él no hay un lugar para las cosas. He dejado de pelear, de luchar para que sepa el orden de las cosas, ya no me importa.

 No niego que me cause molestia, pero poco a poco en momentos de lucidez vuelo a ordernar todo lo que su paso huracanado dejó.

Totalmente consciente, desde que vivimos juntos he organizado el armario o lo que en ese momento estemos usando como armario. 

Ya sean repisas, cajones o cajas, elegía para su ropa y zapatos lo que está mas a la mano, también para Él eran aquellos cajones que no se traban al cerrar y abrir, y los mejores ganchos. Los mas fuertes, los que faciliten el "trabajo" de colgar la ropa. Separaba su ropa de mayor uso para que estuviera al alcance, procurando que sus camisas y camisetas quedaran organizadas de tal forma que pudiera encontrarlas fácilmente.

Todo lo acomodaba para que el no batallara,  pues pensaba que así me evitaría responder preguntas del tipo "¡¿has visto mi camiseta?!"... mi camisa, mi pantalon, mis calcetines, mi cinto, etc etc

Después de doce años de arreglar el armario para Él, de facilitar el acceso a su ropa, aún no ha descifrado cual es el orden de la ropa. A pesar de que para mí es muy claro y que según mi criterio se lo he puesto todo tan fácil, el no sabe como está organizado el armario. 

En estos tiempos de pandemia los dos estamos en casa. Me he desafanado un poco de las tareas domésticas. Para mí, no hay prisa por lavar ropa, pues no hay que salir bien vestido de casa. Regularmente cuando Él se da cuenta de que ya no tiene mas ropa interior limpia, pone una carga en la lavadora  Cabe mencionar que si se adaptó a mis reglas de separación de la ropa (colores claros, colores obscuros y ropa delicada). 

Una vez seca la ropa, ésta puede durar toda la semana colgada en el tendedero portátil dentro de casa. En ocasiones yo la recojo y la guardo en su lugar. No la plancho, ni la doblo perfectamente, hago un hueco y pongo cada cosa según el orden que yo establecí. 

Hay ocasiones en que Él recoge la ropa, ya sea por iniciativa o porque se traslaparon los tiempos entre la anterior y la nueva carga de lavado. Él guarda su ropa y la mía la deja doblada sobre la cama o sobre el buró, también suele mezclar mis calcetines y ropa interior con la suya.

Hemos ido cambiando nuestras rutinas, yo ya no soy tan exigente. Ya no ordeno su armario, solo incorporo su ropa a su orden desordenado. Mi zona del armario, también esta un poco desordenada, pero entiendo mi desorden, de repente lo organizo un poco.

Entonces reflexioné que después de doce años de compartir armario, el no sabe, ni le interesa saber el orden del armario, ni el mío ni el que establecí para Él. ¡Cuanta practicidad!, acepta lo que tiene, como lo tiene y ¡ya!. 

¿Por qué he pasado doce años "facilitando" el orden de su ropa?,  ¿Por qué tomé decisiones para hacerle las cosas de más fácil acceso? Me gusta controlar las cosas, establecer mi orden como el mejor. Hasta tengo argumentos que justifican al 100% el por qué de las cosas que hago. 

La casa es de las mujeres. La casa y todo lo que ocurre dentro de ella nos toca. Esa es la costumbre, la normalización. No importa si trabajas y/o cuidas de tus hijos, la casa es de las mujeres. Establecemos el orden, las reglas de operación.

Como "mujer" que soy, tomo el control y cargo con la responsabilidad de hacer que todo funcione. Las cosas se hacen como a mí "me gustan". En ese supuesto "gusto", considero al otro habitante un incapaz de recordar, organizar o "hacer las cosas bien". 

Definitivamente no es incapaz, pero se convierte en un escenario -como dice él-  de "huevon el perro y le ponen tapete".  Él nunca me pidió que organizara su closet, tampoco me pidió que le dejara las mejores posiciones, cajones y repisas del closet. 

Yo elegí resolver todo, por que Él no sería capaz de organizarse y le cedí los mejores lugares. Pero el hecho de que Él nunca guardara mi ropa me estaba causando "ruido". Me molestaba que no tuviera la atención de guardar o al menos aventar mi ropa a mis secciones del armario. 

En mi disgusto, estaba tomando el camino de "pobre mí", Él es un egoísta y yo la pobre sufrida que sólo quiero lo mejor para Él, que me sacrifico y no lo valora.

Afortunadamente paré y reflexioné en que yo misma había creado esa situación, yo me inmole y me puse de tapete. 

Una vez libre de esa molesta carga de redentor, le abordé directamente:

-Te has dado cuenta de que cuando doblas la ropa, ¿nunca guardas la mía?

-Si. Es que siempre tienes un cochinero y no se donde van las cosas.

-¿por que no te has interesado en saber?

-No se.

Le explique mi orden dentro de mi desorden.  Tras cambiar la forma de percibir y analizar la situación, ¡finalmente lo conseguí!  ¡Mi ropa está en "su lugar"!

viernes, 11 de septiembre de 2020

Navegando

Muchas veces me prometo que continuaré escribiendo, que es muy fácil sentarme un par de minutos para expresarme, para darme el tiempo de analizar un pensamiento o quiza un sentimiento.

Brotan ideas, recuerdos. Todos dignos de ser compartidos, pero no los comparto, no escribo. 

Es que... ¡Tengo muchas cosas que hacer!, debo terminar las obligaciones antes de pasar a "lo suave", lo divertido, lo que me gusta.

Me siento decidida a trabajar. Navego entre clic´s e imágenes mientras el tiempo transcurre sin avisar.  El sol comienza a marcar su despedida, unas voces encantadoras me susurran:

Ya es tarde,  ¿no te parece mejor empezar mañana muy temprano. Descansa, mañana trabajas mucho, si hace falta te desvelas y terminas de una vez por todas

Las escucho, me seducen. No hay brujula en mi mente brumosa y elijo navegar a un destino cómodo, conocido y reconfortante. Me esperan el sofá y mi fiel compañera de la infancia, la televisión.

Ellos me ofrecen todo un abanico de posibilidades para olvidar, para no pensar y anclarme en el puerto seguro de "Mañana será otro día", "Mañana será mejor".

En ocasiones, las voces me llevan a otros lugares, entonces mantengo el orden en mi jardín, ordeno un poco a mi alrededor,  converso con mi familia, cepillo a mis gatos, hago las cuentas y publicaciones de mi proyecto gatuno.  

Al final del día me digo a mi misma, bueno ¡No estuvo nada mal!. Después de todo son cosas que tenía pendientes. Se siente bien atenderlas. Reconozco que con pocos minutos me he quitado algunos pensamientos torturadores navegando hacia otros rumbos.

¿Que pasa con mi trabajo?, con todas esas cotizaciones y programas pendientes.  Perdi la carta de navegación, en la bruma no hay luna ni estrellas que logren guiarme. 

Aqui estoy, escribiendo, tomando algo que abandoné, ¡es bueno!, ¡me gusta! .. y ¿el trabajo?... ¡Ya voy!

limbo2